lunes, 4 de febrero de 2008

Pinos, dunas y dudas

Los símbolos naturales de Gran Canaria atraviesan uno de los peores momentos de su historia. A la caída de gran parte del Dedo de Dios, en Agaete, por efecto del viento, se sumaba hace unos días la noticia del oficial reconocimiento por parte del Gobierno canario sobre la futura desaparición de las dunas de Maspalomas, emblemático paraje del que no quedarán más que fotos dentro de 40 años.

Para completar el triángulo devastador, la pasada semana cayó el pino de Pilancones.

Recuerdo el día que comí bajo su sombra. Sinceramente, me decepcionó. Era un emblema tan contado que la expectativa era inmensa. Sin embargo, en todas las canciones y las leyendas se omitía que un desalmado había pasado por allí con una cerilla en el bolsillo y la había prendido, emprendiéndola con el pino centenario.

Así que lo vi ya con un agujero en su inmenso tronco, lo que constituyó una estampa desoladora, lejana al placer que la larga caminata merecía como final.

Aún así, la visita mereció la pena porque aquel lugar aún albergaba la magia que tienen esos sitios a los que llegan contadas personas: como el barranco de Ayagaures en sus mejores tiempos o el camino de Gui-gui, que tuve el inmenso placer, recomendable, por cierto, de hacer a la luz de una inmensa luna.

Con la caída de Pilancones se cierra, esperemos, un triángulo de desastres naturales en Gran Canaria, asolada además por un incendio, el del verano pasado, que encogió el alma de los más despreocupados.

Tres desastres y una duda: ¿quién está haciendo qué por Gran Canaria? Lo único coherente lo apuntaba un ciudadano el mismo día en que se conocía la noticia de la caída de Pilancones: una campaña para repoblar el campo (como lo llamamos los canariones) y plantar diez donde hubo uno.

Quiero pensar que alguna autoridad de bolsillo bien comido ya se haya puesto manos a la obra. Sería un buen regalo.

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